miércoles, 1 de octubre de 2008

La viejita que vendía bolsas


En estos días tuve la oportunidad de viajar a la Ciudad de México, enviado por la emisora de radio para la que trabajo, para entrevistar a una de las más importantes estrellas de la música latina: Luis Miguel. Tener asignados 10 minutos para conversar con él es un gran privilegio, limitado a un puñado de personas de los medios de comunicación de Estados Unidos y América Latina. Pocos han logrado lo que Luis Miguel: decenas de discos de platino, marcas mundiales por el número de funciones seguidas en un mismo auditorio y su nueva producción comenzó obteniendo cuádruple disco de platino en México (más de 320.000 copias) solo en pre-ventas, es decir, antes de ser lanzada al mercado.

La entrevista se llevaría a cabo al final de la tarde del lunes, por lo cual decidí aprovechar la mañana para conocer la ciudad. Aunque he visitado otras ciudades de México, esta era mi primera oportunidad en la capital. Tomé un taxi que me llevó al centro histórico de la ciudad y allí conocí el Zócalo, es decir, la plaza central de la ciudad y ubicada entre las 4 plazas más grandes del mundo. Allí se encuentran la Gobernación, el Palacio Nacional - desde donde opera el Presidente -, la Catedral y muchísimos sitios históricos más.

Mi recorrido estuvo lleno de momentos donde pude conocer una cultura distinta a la mía. Allí vi como hombres y mujeres vestidos con trajes indígenas realizaban "limpiezas" espirituales con ramas e inciensos humeantes - en plena vía pública -, a decenas de personas que hacían fila para recibir los beneficios que atribuyen a estos ritos. También vi a los tocadores de los llamados "organillos" - que otros de ellos llaman "cilindros" -, recordando la vieja tradición europea del organillo sonando y un monito bailando sobre él para conseguir una propina, aunque aquí sin el mono.

Luego de disfrutar de los murales de Diego Rivera dentro del Palacio Nacional, justo a la salida, escuché la voz de una mujer que gritaba "¡bolsas, bolsas!". Al acercarme descubrí que era de avanzada edad y bajísima estatura. Llevaba colgadas en ambos brazos decenas - posiblemente cientos - de bolsas plásticas negras y vacías, de diversos tamaños.

Confieso haberle pasado por un lado, en un intento de aliviar el sentimiento que me producía ver a una persona tan mayor, en medio de la calle, tratando de vender algo para subsistir. Sin embargo, mientras caminaba, seguía escuchando su llamado y no sentí otra opción que devolverme y acercarme. En ese trayecto noté que la mujer que tanto me había conmovido era ciega. Yo no sé con qué sentimiento habré conectado en ese momento, pero yo temblaba mientras me acercaba.

Al llegar a ella, sólo me atreví a preguntarle "¿a cómo las bolsas, señora?". "Hay de a 1, de a 2, de a 3 y de a 7 pesos", me dijo. En ese momento le pedí una "de a 3" y ella me la entregó, saqué una moneda de 10 pesos, la tomó en su mano y la sintió con la destreza con la que todo invidente identifica con su tacto el valor del dinero entregado. Cuando se dispuso a darme el cambio le dije que podía quedarse con él y - con una expresión de emoción que me aguó los ojos - me dijo "que Dios se lo pague, señor". Ella reaccionaba a un regalo que significaba mucho para ella y que para mí eran apenas centavos de dólar.

¡Qué momento tan especial! ¿Cuál sería la historia de esa mujer? ¿Hace cuánto tiempo vendía bolsas en el Zócalo de México? Las respuestas no las tendré nunca porque simplemente no me atreví a preguntárselo. Luego de mi encuentro con ella, en medio de la belleza y la imponencia de la ciudad, me encontré con otras personas de bajos recursos, como niños contando la historia de la ciudad a cambio de una propina y mujeres sentadas en el piso con un bebé en brazos pidiendo dinero.

La persona que me llevó al aeropuerto al día siguiente me explicó que muchas de las mujeres que piden dinero con niños en brazos, son parte de una mafia que ha sido ampliamente reportada por los medios de comunicación. Aparentemente algunas personas descubren que pueden ganar más dinero pidiendo en la calle e incluso alquilando niños que acompañen a otros a pedir dinero.

Pero mi viejita era de verdad. Era la mujer que creía que su actividad era simplemente vender bolsas en el centro de México. Sin embargo, ella había ido mucho más allá sin darse cuenta: Me había hecho pensar sobre cuánto camino nos falta por recorrer para eliminar las injusticias en el mundo y, a la vez, lo agradecido que estoy con Dios por todos los privilegios que me ha dado en mi vida, sin que yo merezca ninguno de ellos.

Mi conversación con Luis Miguel fue interesante, muy personal y definitivamente una experiencia exitosa de mi carrera profesional, que además me hizo respetarlo aún más como cantante y ser humano. Sin embargo, nada podrá superar mi encuentro con esa ancianita, de tan bajita estatura e invidente, que gritaba "¡bolsas, bolsas!" frente al Palacio Nacional en el Zócalo de la Ciudad de México.

Son increíbles las vueltas que da la vida. Cualquiera de nosotros puede tener una reunión, una asignación, una conversación familiar o un viaje - como fue mi caso - que tiene un objetivo determinado y resulta que después descubrimos que la razón por la cual eso estaba ocurriendo en nuestra vida era totalmente distinta a la que creíamos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Alberto querido;

Me encanta tu alma. Siempre antepones lo espiritual sobre lo material y lo vano.
Asi lo demuestraste en tu articulo.
Tu labor para la radio era reportar tu encuentro con Luis Miguel y promoverlo como la indudable estrella que es.
Sin embargo, en este tu blog, tu "estrella" fue esa viejita que encontraste entre los 22 millones de habitantes en Ciudad Mexico.
!Lo mas importante de tu viaje fue Una viejita que demostro tener mucha dignidad y una gran auto-estima!
!Gran anecdota! Espero que sirva de enseñanza a tus fieles lectores.

Felicidaes de corazon!
Emy

Anónimo dijo...

Wow, con tu relato igualmente has traido lagrimas a mis ojos y me has ayudado a, una vez mas, dar gracias por lo que tengo en este momento. Sobre todo como esta la situacion actual, nos ponemos a reprochar por no poder comprar muchas cosas o sencillamente tener que aguantar los gastos un poco, sin embargo nos olvidamos que siemore hay alguien que tiene menos y que esta en peores condiciones que la nuestra.
Seguire leyendo tus blogs y aprender a traves de ellos y tus experiencias.
Un abrazo y exitos,
Veronica Espinal

Anónimo dijo...

Muchos, a lo largo de la historia se han preguntado "como es Dios? ", otros darian cualquier cosa por verlo cara a cara. Perdemos gran parte de nuestra vida, sin saber que Dios esta alli, precisamente en la capital de Mexico, en Etiopía y en tantos lugares donde hay necesidad, (a veces a la vuelta de nuestra propia esquina en esta gran nacion) Alberto, que bueno que pudiste servir a Dios de esa forma tan gratificante. Y como dices: "nos falta mucho por recorrer"...

Anónimo dijo...

Creo que eso pasa mucho solo que haveces no lo vemos, ya que por ejemplo vamos al supermercado, el parque,tiemda o cualquier centro adonde la gente se reunen y pues como vamos tan de prisa no nos ponemos a pensar en las historias o cosas en comunes que talves haveces tenemos con desconocidos; que talves que impacto tiene o tenemos nosotros en las vida, en el mundo.Como haveces uno anda tan en su rollo y dice bueno hoy voy hacer estoy y lo otro planea el dia entero, y haveces uno se enoja por que alguien le pide ayuda a encontrar una direcion o uno se encuentra a alquien que no para de hablar o hace una pregunta ect,en algunas ocasiones pues creo que es dios que haveces te desvia por que talves hay alguna ensenanza o talves a esa pesona que tu le pongas 5 min de tu atencion eso sera una gran ayuda, talves con tan solo oir y darle tu atencion e ayuda hicistes a esa persona feliz! A mi me ha pasado... y me digo a mi misma wow que raro que a mi siempre que salgo hay alguien que me empieza a hablar de sus cosas que me pide ayuda osea no me puedo enojar mejor dar gracias que pude escuchar a esa persona en su momento o que pude dar buenas direciones para que X pueda llegar bien a su destino o mejor que gracias a dios que la gente me pueden persivir como a alguien que pueden acercarse a mi y sentirse comodos de hablarme.Hay veces que hay momentos y personas que te impactan de maneras positivas y lamentablemente tambien negativas... Tambien creo que hay mucha gente que son muy buenas que no vacilan en ayudar a su projimo; hay mucha gente en todo el mundo que son muy pobres y lo unico que te pueden regalar es una bella sonrisa, y eso vale mucho mas que cosas materiales asi que siempre hay que tener una sonrisa para cualquier persona que te regala su tiempo. Alberto gracias por combartir tu blog es bueno siempre leer situaciones o experiencias y ver como cada uno da su interpretacion de lo aprendido o leido.

Anónimo dijo...

Hola Alberto,
Me parece super conmovedora tu historia, se que hay momentos en la vida que nos dirijen a personas que nos hacen apreciar nuestra propia realidad, La viejita y tu se ayudaron mutuamente. Es lindo saber que hay personas que son sencibles y toman su tempo para ayudar e inspirar a otros!
MUCHAS GRACIAS Y UN BESOTE!!!

Anónimo dijo...

Pasa seguido que los momentos más gratificantes son aquellos no planeados e incluso, inesperados. La magia de la vida está hecha en saber reconocerlos y apreciarlos. Espero sigas estando atento en poder descifrar que estos regalos se presentan de una y mil formas impresionantes...Te felicito!
Karina

Yurek Vazquez Brito dijo...

Hola Alberto, mi comentario es sobre “La viejita que vendía bolsas”; esas estrellas que bendicen nuestros días en el anonimato.

Desde aquí, pude ver a esa viejita levantándose –aún cuando no ha salido el sol–, preparando su café, bebiéndolo con sus labios maltratados por una vida bajo el sol, lavando el jarrito donde ha bebido su líquido –probablemente aguado, para que le dure más–, poniéndole a escurrir sobre su meseta de cemento –si no es que vive en un mundo de madera y zinc–, contando las bolsas que trataría de vender una vez que llegue al Zócalo, acomodándolas en una bolsa que llevará en su hombro, despertando a su nieto con el dolor de quien interrumpe el sueño al ser querido, vistiéndolo: poniendo sus medias, los zapaticos que brilló mientras el niño dormía, la camisa que planchó a media luz, el pantaloncillo que lava tres veces a la semana porque no tiene más… llevando al nene a su escuela para que tenga una mejor suerte… Todo esto, mientras carga también con sus arrugas, canas, años, dolores del tiempo y olores del camino, que aunque acostumbrada a ellos no significa que no sepa que existen otros mejores.

Esta viejita, que tal vez no tuvo la suerte de que su canto fuese público –aún cuando entonaba en su juventud el mejor Ave María de su iglesia–, que no ha salido en ningún periódico o revista porque tuvo que trabajar para ayudar a su familia desde joven, que no tuvo dinero para el polvo del maquillaje y no pudo mostrarle a ningún productor lo que hemos confundido con belleza, que terminó cuidando a su nieto después que su hija fuera masacrada en Ciudad Juárez, y que hoy es protagonista de esta historia que todos contamos sin que ella sepa que ya es famosa, aún cuando quizás, ni siquiera se eso lo que ambicione.

Esta viejita, que he construido sobre la suya –que es más real que la mía–, porque aunque no sea ésta su verdadera historia, en el rostro de cada ser humano se revela un papel protagónico en nuestro universo: un astro de la canción, al que no se le cuantifica con discos platinos.

Que usted se haya detenido a dedicarle un escrito a lo que yo llamo, “Las estrellas anónimas del universo “, me provoca decirle: felicidades.

Su amigo,

Yurek Vazquez Brito
www.YurekVazquezBrito.com

Anónimo dijo...

Mi queridisimo y estimado amigo:

Como le haces para sacarme siempre al menos una lagrima???

Que bellos tus relatos que nos hacen darnos cuenta de lo infinitamente bendecidos que somos. Eres LO MAXIMO!!!!!

TQM, panita!!! Aunque la vida y los deberes mundanos nos mantengan alejados, nuestras almas permanecen conectadas SIEMPRE!!!!!

Besos e infinitas bendiciones para ti!!!!!!!!!!!!

La Miss...ma Loca de Siempre.